Bueno, esta historia comenzó un lunes, concretamente el 21 de junio a las cinco de la tarde, tras un cruce de mensajes con Marc y un sueño reparador.
Quiero repetirlo con el Calibra, pero de momento, esta vez hubimos de conformarnos con un Seat Toledo 1.8i, vehículo muy digno pero carente de emociones.
Salimos de Erding con el depósito cargado y las ruedas a presión de carga máxima. El viaje se ha planificado para primar el consumo y la comodidad. El vehículo no es apto para desarrollar grandes velocidades, y al no poder turnarme con otro conductor, prefiero evitar la fatiga innecesaria de circular a toda hostia.
Por cuestiones tácticas (sueño cambiado) y preventivas (evitar radares) prefiero circular de noche por Francia en la medida de lo posible. Estimo dos cargas de combustible, la primera justo antes de abandonar Alemania, y la segunda en algún punto de Francia. El objetivo es pasar La Jonquera con los mínimos excedentes posibles del caro combustible francés.
Lamento haber dejado mis notas de viaje en Asturias, pero un incidente de última hora con el cierre de la maleta (la vuelta fue en avión) me obligó a prescindir de mi Samsonite, generosa en dimensiones, y a sacrificar parte de la carga al tener que usar un trolley mucho más pequeño. Este trolley sustituto han conseguido extraviarlo en Palma de Mallorca, por cierto. Soy reacio a facturar, pero como esta vez llevaba el coche, aproveché para incrementar la carga transportada.
En fin, a las cinco de la tarde, como decía, salí de Erding (Munich) en dirección al oeste. Tras pasar por Ulm, Stuttgart, Pforzheim, llegué a Karlsruhe con el sol aún alto (no serían las 9 de la tarde todavía) y un error en una desviación me hizo encaminarme hacia el norte, dirección Frankfurt/Mannheim. Primera salida a 25 km, media vuelta, y enfilando hacia el sur. A partir de ahí, y siguiendo la cuenca del Rhin, bajé hasta abordar Francia por Alsacia, a la altura de Mulhouse. Lo malo es que esta arteria fluvial está infestada de camiones, eso te obliga a hacer uso de los carriles izquierdos, cuidándote de camioneros gañanes que adelantan sin mirar en el carril derecho y turismos supersónicos en el izquierdo. Cruzando el Gran Canal de Alsacia no te enteras de que entras en Francia, y al no tener cerca ninguna estación de servicio tuve que esperar a entrar en Francia talmente. Primera parada a abrevar el vehículo, estirar las patas y entonar con un café. El combustible francés a 1.18 euros, esperaba encontrarlo mucho más caro. No encontrándome nada cansado decido continuar viaje. Se ha hecho de noche y las autoroutes están cada vez más vacías. No son vías de alta velocidad como las alemanas, pero el diseño y la conservación son excelentes, con curvas de radio amplísimo y un firme sobresaliente. Poco tráfico y vías despejadas. ¿Qué más se puede pedir?
No recuerdo a qué altura paré a cenar. Serían las doce o la una. Algo ligero para evitar digestiones pesadas que resten concentración y una pepsi por la cafeína. Y aún seguimos más adelante. El precio de una cama en un motel de carretara era de 52 euros, que me resistí a pagar por hacer uso de una cama por quizá dos o tres horas. Así fue como llegué a Lyon, con una circunvalación muy puñetera y con el tanque seco de gasolina. Empezaba a hacer calor, incluso a esas horas de la noche. A este lado de los Alpes el tiempo es mucho más fresco y agradable. Esta misma mañana no había más de 11 grados y ayer no subió de 18. Por las afueras de Lyon encontré una gasolinera de dudosa reputación que estaba abierta y encontré el combustible a tan sólo 101 cents el litro, algo increíble para el país vecino. Llené el tanke y continué hacia el sur dirección Valence, donde decidí parar a echar un sueñecito en un Aire (área) de estos franceses.
Tres horas y un red-bull más tarde, ya más descansado aunque no tan despejado, reemprendí la marcha. Me sabía a unos 500 km de Barcelona y una lluvia ocasional acompañaba. Lo ideal para continuar el viaje con frescura. Las paradas se redujeron a los inevitables peajes. Aproveché para quedar con unos amigos para comer en Barcelona, donde estimaba llegar hacia las 12 del mediodía.
Por fin llegué a la Jonquera, y me sorprendió ver que el paso fronterizo estaba vigilado. Nos hacían pasar en fila india y un policía nacional me detuvo y requirió mi documentación. Tras comprobar que todo estaba en orden pude continuar mi viaje, y llegué a Barcelona a la hora prevista. Por el medio hablé con Marc y quedamos para encontrarnos por la tarde en un corte inglés cerca de su trabajo. Estuve dando una vuelta por allí y fue entonces cuando empecé a acusar el cansancio: No podía recordar en qué recóndito lugar del parking había dejado el coche. Eran 24 horas de viaje casi continuo y al final fueron 1600 km recorridos. Pero se trataba ahora de encontrar a Marc, a quien no había visto nunca ni él a mí, en un escenario desconocido al menos para mí. Pero no hubo problema, reconocí a Marc por su seña más caraceterística, una marca inconfundible que lo hace inigualable: Su Calibra...
El Calibra de Marc ha sobrevivido a algunas adversidades, pero ahí está, con la furia del rojo, y la chulería de las llantas de 17", algo agachado... La tapicería de cuero y el techo solar lo hacen muy acogedor, aunque la suspensión castiga al novato...

La casa de Marc tiene un encanto especial. Sitges goza de un gran ambiente (oh, sí, mucho ambiente)

La otra sorpresa que guarda Marc en su casa tiene 5 cilindros, turbo y 225 CV. Así pues bajamos a Sitges a cenar en el Volvo, que tiene un empuje imparable



De vuelta a casa ya sólo quedaba una ducha reparadora y un rato de televisión (ah, sí, esa cosa que la gente normal se sienta a ver después de cenar) hasta que nos fuimos todos a la cama... pero me desvelé a las 7 de la mañana, hora a la que Marc y su novia marchaban. Pero la perrina es muy inquieta y ya ladraba a hora tan intempestiva. Ellos se fueron y yo seguí durmiendo hasta... ya no recuerdo ni la hora. Tal vez las 12 o la 1. Ahí me quedé yo solo durmiendo en casa de Marc, en un auténtico alarde de cortesía por su parte.
El resto de mis vacaciones fueron más tranquilas, al menos en lo tocante al kilometraje. Estuve otros dos días en Cataluña, donde también vi a otros amigos. No se qué tendrá Cataluña, pero cuanto más voy, más quiero volver. He conocido gente excelente allí. Sólo espero que la próxima vez sea con el Calibra. O en avión. El Toledo no es vehículo para estos palizones paneuropeos. Y aún quedaba la última tirada hasta Asturias. Esta fue con mucha calma, parando profusamente y disfrutando de la gastronomía nacional.
El viaje de vuelta fue mucho más tranquilo, en avión. Lástima que las vacaciones no hayan dado para dormir mucho, aunque si lo piensas, eso es una suerte. Fue algo estupendo. Espero repetir tan pronto como pueda volver a coger vacaciones. Esta vez veré a Alumno, tengo su bandeja y él tiene la mía

A ver cuándo se puede hacer...
Para el que le interese, los peajes de Francia entre Mulhouse y la Jonquera suman unos 70 euros.
Si os interesa conocer algún detalle concreto del viaje preguntad... Aclararé lo que pueda, aunque el "cuaderno de bitácora" me lo haya dejado en Asturias.
Salud.