Al menos dentro de nuestros confines. Cinco fronteras más allá de los dominios de la Benemérita, el enemigo sigue acechando. Quizá no vista de verde, quizá no luzca bigote, pero las intenciones son las mismas.
El sábado fue un día gris... O quizá es que Zagreb es una ciudad gris, que sólo ve el sol cuarenta y dos días al año. Tiene ese ambiente desolado de sábado por la tarde que nunca podrías encontrar en capitales europeas más occidentales. Sobre todo cuando ves la ciudad desde lo alto y observas el abandono de interesantísimos edificios centenarios, o de recias torres de hormigón, herencia del pasado comunista de Croacia. Ni un alma en la calle.
Con una hora y media solar de diferencia con la península ibérica, y en medio de una tormenta de verano, abandoné la ciudad a las siete de la tarde buscando el calor de Eslovenia. Es difícil salir de Zagreb, tan pobremente señalizada. Los sistemas domésticos de navegación por satélite son inútiles en un país cuya cartografía prefieren no incluir. Con un poco de maña, mapas de papel y buena suerte, conseguí enfilar la autopista del norte en dirección a Maribor.
Los eslovenos, comunitarios recientes y ex-yugoslavos prematuros, no tienen tanta prisa como los croatas en mejorar las infraestructuras viarias que unen ambos países, de manera que la autovía sólo llega hasta Krapina y a partir de ahí, lo que queda es carretera. Apuro el carril de la izquierda que se acaba para adelantar a un veterano Yugo que seguramente podría contar historias terribles, cuando aparece...
Desde el arcén me hace señas inequívocas para que me detenga. Si es que está ya ahí encima, cojones... En un vacile de potencia de frenado, la nena se clava unos metros antes del coche de la Policija, y un fornido croata con cara de mala hostia se acerca a mi ventanilla.
Cuando bajo el cristal, sus palabras suenan contundentes. ¿Por qué las sentencias sumarias suenan igual en cualquier idioma? Su saludo fue lapidario "Radarkontroll". ¿Hace falta ser más explícito? El Calibra no dispone de efecto stealth y, cazados en pleno vuelo, ahora hay que averiguar la suma que se le ofrece a nuestro eslavo para expiar la falta. Pero lo primero es el protocolo: "Carnet de conducir y documentación del coche", bramó con mala hostia en alemán. Su cabreo hacía presagiar una dura sanción, eventualmente acompañada de retirada de permiso.
Satisfecha su sed de documentos, el -llamémoslo oficial-, me conminó a bajar del coche y acompañarle. ¿Me harán soplar? Mientras seguía a ese armario de los Balcanes trataba de recordar en qué momento había ido a velocidades censurables en la autopista... y cuántas pivas me habría tomado ese día en Zagreb. Recordaba dos cervezas ya hacía horas, y la aguja rozando los 180. pero quería esperar a ver la foto incriminatoria.
Pues bien: No había foto: El pasmo recogió una especie de secador del techo de su Skoda y me enseñó cabreado un display en la parte trasera: Ponía 118, considerablemente por debajo del límite de autopista,que en Croacia es 130. Pero entonces me advirtió que el límite era 80 "Ya no estás en la Autobahn..." Debí suponerlo, me cazaron ya fuera de la autopoista, con límites más restrictivos, cuando me estaba puliendo al Yugo... El exceso es de prácticamente el 50% y más de 30 km/h En Alemania eso bastaría para que te empapelaran y te quitaran el carnet al menos un mes.
El poli me informó de la cuantía de la sanción, sin ningún papel por medio, todo hay que decirlo: "Tienes que pagar 200 kunas", me advirtió... Lo malo es que había acabado todo el dinero croata, y le pregunté si aceptaba euros. Negativa. ¿Tarjeta de crédito, tal vez? Me miró como si bromeara (Dos países más arriba, en Austria, sí que puedes pagar las multas con Kreditkarte, como tristemente he podido comprobar) al final vacié mi cartera y le mostré que mis únicos haberes en moneda croata se reducían a 20 míseras lipas, que al cambio vienen a ser poco más de 2 cent. Lo que tenía que hacer entonces, me dijo, era ir al banco y sacar kunas frescas. De manera que apuntó mis datos en un papel donde ya habían caído otros desgraciados antes que yo. Mirando el lugar de expedición de mi carnet, me preguntó qué hacía un español con un carnet alemán. "Ich wohne in Deutschland", y el caso es que a aquel tipo le debió de resultar simpático el hecho. Me devolvió mis documentos y me conminó a ahuecar de ahí antes de que cambiara de parecer, pero esta vez, "langsam" (despacio), recalcó con énfasis. Y yo me marché de allí, rápido, pero despacio, valga la contradicción.
Este incidente me dejó una buena impresión de los croatas, igual que otras personas que me econtré ese día con anterioridad. Volveré a Croacia porque sus habitantes me cayeron bien. Las microondas en este caso han servido para unir culturas. Yo seguiré prefiriendo la cerveza, de todas formas. En la seguridad del territorio comunitario, dediqué una fracción del importe de la multa a disfrutar de una estupenda cena en el mejor restaurante de Maribor, regado con cerveza negra. Recomendable

Zdravlje!